Por: Edwin Santana
En la historia del cine, pocas veces (quizá nunca) el color del cabello de un actor ha sido tan controversial. “Es muy rubio”. Eso escribieron, indignados, numerosos fans en sus blogs. Eso opinaron, irritados, cientos, miles a través de plataformas de internet ya olvidadas (Twitter aún no existía). Eso expresó, punzante y con un gesto de desaprobación, algún crítico del séptimo arte en una entrevista: “Es muy rubio”.
Y eso fue solo el inicio.
“Estoy seguro de que un rubio podría interpretar a Bond, pero no alguien tan feo y poco carismático como Daniel Craig”
Comentó alguien en un bulletin board, sistema de comunicación todavía popular en aquellos días.
Corría el 2005, ya entrada la era en que vivimos, esta en la que todos poseemos una opinión y los medios para compartirla. El mundo acababa de enterarse de una de las noticias más esperadas del año, una que, a pesar de emanar del universo del entretenimiento, trascendía sus fronteras; porque si la historia nos ha enseñado algo, es que cuando se trata de quién será el próximo James Bond, hasta la persona menos interesada en el cine presta atención.
Y las opiniones, despiadadas, no cesaban. “¡Traigan de regreso a Pierce! Daniel parece un villano en una película Bond que es asesinado por 007 en la secuencia inicial”. Tres años antes, Pierce Brosnan había colgado el esmoquin en el armario para no usarlo nunca más. Pero ante el anuncio de que Daniel Craig sería el próximo actor en encarnar al espía más famoso de la ficción, algunos preferían regresar al pasado, que Brosnan, a sus 52 años, volviera a salvar a la humanidad de los planes de las mentes criminales más sofisticadas del planeta. La “franquicia” Bond, para más de uno, no tendría un futuro con Daniel Craig.
El James Bond de los millenians y la generación Z
Diecisiete años, cinco películas y más de cuatro mil millones de dólares después, el rubio nacido en 1968 en el condado de Cheshire, Inglaterra, ha demostrado a aquellos detractores que sus juicios —emitidos mucho antes de que Craig empuñara por primera vez una Walther PPK— fueron precipitados.
Los vituperios, sin duda, no han envejecido bien; en cambio, el Bond de Craig, Craig como Bond, sí. Desde su primera película interpretando a un personaje que, como Corleone, Skywalker o Balboa, pertenece a una especie de realeza del cine, se ganó los elogios tanto del público como de los críticos más quisquillosos, y tras una pentalogía recién concluida con No Time to Die, Craig es EL James Bond de los millenials y de la genración Z y ha recibido el honor más elevado que se puede conferir a cualquier actor que habite la piel del inmitable espía: la comparación con Sean Connery, el Bond por antonomasia, el 007, quizás, imposible de superar. De paso, Craig se ha infiltrado como el Bond favorito de buena parte de una generación X para la que ver en el papel a otra persona distinta a Roger Moore resultaba tan extraño como imaginar a un Indiana Jones sin el rostro de Harrison Ford.
Una conversación con Emille
La despedida de Daniel Craig como 007, y su inconestable éxito en el rol, nos motivó a dedicarle algunas páginas en la revista. Y hacer algo, cualquier cosa, sobre James Bond, es introducirse en el terreno de Emile Mariani. Si en el país existiera una facultad para el estudio de la “Bondología”, Emile sería su decano. Nadie en la República Dominicana conoce más acerca del personaje creado, allá en los cincuenta, por Ian Fleming. Y por ello un día tomé el teléfono y lo invité a nuestras oficinas. Si algo podía enriquecer el artículo de que iba a redactar, era un caemo de Emile.
Emile es, desde luego, una cara familiar en el país, una personalidad de la radio y la televisión desde hace décadas. Su especialidad es el cine, las películas, y su “pasión,obsesión, como tú quieras llamarle” es Bond, James Bond, un sentimiento que afloró a sus ocho o nueve años y que es “cada vez peor” debido a las complejidades del icónico agente secreto. Con él, con el Emile fascinado – o como yo quisiera llamarle- por 007, compartí escritorio en SHOWBUZZ hace mucho tiempo.
Emile es un tipo alto. Al verlo, recordé que otra de las protestas contra Craig como el sexto Bond fue su estatura: 5’10. En las novelas de Fleming, 007 alcanza los 6 pies, y todos los antecesores de Craig en el puesto – Connery, Lazenby, Moore, Dalton y Brosnan- superaban esta medida. Las invectivas contra el cabello dorado del actor tenían la misma causa: el Bond de la literatura tiene el pelo negro, y apesar de que el de Roger Moore no era precisamente oscuro, tampoco era llamativamente rubio – rubio Lannister- como el de Craig.
“¿Qué fue lo primero que pensaste cuando el 14 de octubre de 2005 te enteraste de que Daniel Craig sería el próximo James Bond?”
Así entré en materia con Emile.
“¡¿Este tipo?!”, respondió. “Igual que todo el mundo. Pero entiende, yo no tenía más conocimiento que nadie, yo estaba pensando en lo que era James Bond hasta ese momento”. Aquel día del anuncio, Emile sabía que el Bond de las novelas era diferente a Craig, que el Bond de Casino Royale – el primer libro de Bond y la primera cinta que rodaría el nuevo 007- era diferente a Craig. “Pero al verlo, yo no estaba pensando en eso”. A pesar de ello, me recalcó que su primera reacción fue “¿Este tipo? ¿James Bond? ¿Por qué?”
Emile desconoce la razón, pero se situó del lado de los escépticos, aunque no se unió al coro de voces que condenaban públicamente la elección del actor. Lo que sí hizo, de inmediato, fue investigar. “Yo procuré averiguar quién era Daniel Craig. Y cuando vi el perfil, yo dije, ‘¡ey, espérate!’”.
Lo que vio fue la biografía de un profesional preparadísimo. Actor precoz, que a los seis años participó en su primera obra escolar. Alumno del afamado National Youth Theatre, en Londres, organización que ha adiestrado a gigantes de la actuación como Daniel Day-Lewis, Helen Mirren, Derek Jacobi, Kate Winslet… Estudiante del Guildhall School of Music and Drama, una de las mejores universidades de artes escénicas del mundo, también situada en la capital inglesa.
Y a pesar de no contar con la fama de Brad ni los premios de Denzel, Daniel era un actor curtido, tanto en el celuloide como en la televisión. Una veintena de filmes engrosaban su curriculum y, gracias a sus roles en Lara Croft: Tomb Raider y Road to Perdition, no era un completo desconocido fuera del Reino Unido.
De todos los actores que han entrado en la piel de James Bond, “Craig era el más preparado para el rol al momento de ser seleccionado”, sostuvo Emile.
Sin embargo, preciso es decir que en 2005, a lo largo y ancho del mundo, Daniel Craig, el actor y el hombre, seguía siendo un misterio. Pero también era un artista listo para dar un gran salto. Y cuando la oportunidad se presentó, no la desperdició.
“Barbara Broccoli fue quien escogió a Craig”, me dijo Emile. “Fue quien creyó en él desde el principio”. Barbara, hija de Albert R. Broccoli, el productor estadounidense responsable de llevar de las páginas a la pantalla las novelas de Ian Fleming, es propietaria de los derechos del Bond cinematográfico y ha sido la productora de todas las películas de la franquicia protagonizadas por Brosnan y Craig. “Lo ves en el documental Being James Bond (2021)”, continuó Emile, “cómo ella dice que desde que lo vio, dijo, ‘es él’. ¿Por qué él? Ella vio algo que no vio nadie más. Y acertó”.
Ewan McGregor. Karl Urban. Sam Worthington. Henry Cavill. Esos y muchos otros nombres fueron considerados antes de que Craig secuestrara los ojos de Barbara Broccoli.
En 2006, al año siguiente de ser elegido, Daniel Craig hizo su debut oficial como James Bond en Casino Royale.
“¿Y qué llevó Craig al papel?”, le pregunté a Emile.
“La complejidad del personaje, todo eso por lo que el personaje vendió novelas y por lo que todas esas películas han sido lo que han sido. Para empezar, Bond, el de los libros, es un tipo cínico, bastardo, vivo, inteligente… pero no es corrupto, no se vende. Y Fleming, así como los directores de las películas, manejaron algo muy bien: lograron que Bond fuera un asesino —porque eso es lo que es—, pero sin manchar su alma”.
Emile continuó, apuntando directamente a Craig:
“Daniel Craig revivió el espíritu de Fleming, a Bond como lo escribió Fleming. Mira como yo lo veo…. Terence Young (el director de la primera cinta de 007 y de otras dos) cogió toda la elegancia de las novelas y se la inculcó a Connery, al personaje; Daniel Craig cogió todo lo que está en el personaje y eso fue lo que interpretó. Craig dijo, ‘yo voy a leer el libro’ (Casino Royale), y todos los defectos que él vio en Bond —que es un tipo complicado, un hombre acomplejado, con muchas fallas…—, eso fue lo que le gustó”.
Y en esa novela, me subrayó Emile, ocurre algo que no se repite en ninguna otra obra de Fleming y que llamó la atención de Craig: James Bond es traicionado y torturado.
“Cuando Daniel Craig vio que la escena de la tortura iba en la película, dijo ‘Wao, esto la va a hacer diferente, atractiva, interesante’. Claro, Craig, los productores y el director eran conscientes de que eso le iba a chocar a mucha gente, que no les gustaría, que dirían ‘esto no es James Bond’. Pero había un interés en, precisamente, hacer las cosas diferente, un interés en un Bond para nuevas generaciones”.
Emile tenía razón, por supuesto. Durante la presentación de Craig como el nuevo Bond, Martin Campbell, el director responsable de rodar Casino Royale, afirmó que la película sería “definitivamente más oscura, más personaje, menos artilugios”. Y los productores agregaron que Craig le daría “un toque más contemporáneo” al personaje.
No cabe duda de que Craig se benefició del giro que los productores dieron a una franquicia que había sufrido un golpe muy duro con Die Another Day, el último y decepcionante largometraje protagonizado por Pierce Brosnan. En 2005, tres años después de ese filme, había que revitalizar a James Bond. Y recuperar la visión original de Ian Fleming, y adaptarla a los gustos del siglo XXI, fue la fórmula escogida para intentarlo.
“Craig es un James Bond de este siglo”, me comentó Emile. “El Bond que estos tiempos necesitaban. Pero para serlo, Craig trajo a Ian Fleming desde el otro siglo… Todos adoramos a Roger Moore como James Bond, pero hizo muchas cosas que no son James Bond. Craig eliminó todo eso. Empezando por el humor más allá del quip”. Emile volvió un poco atrás para acentuar las virtudes de Craig como 007 y como actor.
“El problema de Fleming al escribir las novelas es que Bond está mucho rato solo. En libros tú puedes poner, ‘Bond se quedó mirándose al espejo pensando en tal vez…’ Tú eso lo puedes escribir, pero en el cine no vas a poner una voz en off. Y Craig, en Casino Royale, luego de matar a los tipos malos de África en el hotel, cuando se sirve el whisky y se atiende él mismo las heridas frente al espejo… ¡con los ojos te está diciendo lo que está pensando!”.
Meses después de su estreno, Casino Royale se convirtió en la producción Bond más exitosa en la taquilla, aunque luego sería superada por tres de las otras cuatro películas protagonizadas por Craig, el 007 más recaudador de todos. Emile la sitúa “entre las cinco mejores” del canon Bond, “muy cerca del primer lugar”, opinión compartida por todo el que sabe algo de cine en el planeta. Fue el filme inaugural de otros cinco que, por primera vez en la historia del 007 del celuloide, formaron un ciclo con un inicio y un final. Y las películas de esa pentalogía, como bien me señaló Emile, se caracterizan por “tener guion, por ser creíbles, sin ficción exagerada… En ellas Bond no es Superman. Por primera vez vemos un Bond humano, que tropieza… Lo vemos herido, sudado, despeinado. Y, como te dije antes, torturado, traicionado”.
“Daniel Craig revivió el espíritu de Fleming, a Bond como lo escribió Fleming”
Emile Mariani
Ciertamente fue un Bond más humano. Humanizado. Y ver a Craig en la pantalla es ver a un actor empleando todos sus recursos y transmitiendo todo el espectro de emociones. Ningún otro 007, ni siquiera Connery, exhibió tanto interpretando el rol. Y solo Daniel Craig ha sido nominado a uno de los premios importantes del celuloide —el BAFTA— por encarnar al espía creado por Ian Fleming.
¿Es Daniel Craig el mejor James Bond después de Sean Connery?
“Connery es número uno porque fue el primero, porque si no lo hace como él lo hizo —igual a los libros o no—, Bond no hubiera sido tan popular”, me dijo Emile. “Y Timothy Dalton… Dalton hizo lo mismo que hizo Craig, pero no le ayudó la época ni las películas. Además, fue un cambio muy drástico el de Moore a Dalton”.
“¿Quieres decir que, para ti, Dalton y Craig ocupan el segundo lugar después de Connery?”
“Sí”.
La respuesta me sorprendió más que un poco. Pero así quedó el asunto, pues quería extraer los pensamientos de Emile sobre el futuro del agente secreto del MI6.
“¿Cómo dejó Craig la franquicia?”
“Mejor. Con mucho más dinero. Con apoyo. Con una generación enamorada de lo que él hizo”.
“Y en el futuro, ¿qué ves?”
“Ahora mismo los productores pueden hacer lo que quieran. Lo que quieran y lo que entiendan. Lo tienen todo a favor. En cuanto al personaje, pueden volver al perfil de Brosnan, al de Moore… O pueden seguir con el de Craig”.
Aproveché su respuesta para formular la pregunta inevitable.
“¿Quién será el próximo James Bond? La lista extraoficial de candidatos es larga y crece cada día. Idris Elba. Tom Hiddleston. Henry Cavill, otra vez. Richard Madden…”
La respuesta de Emile, un tanto extensa, se puede resumir en pocas palabras:
“Nadie de esa lista. Porque todos son muy conocidos”.
Ninguno de los actores que han interpretado a Bond era precisamente una estrella en el firmamento del séptimo arte al momento de ser elegido para el papel. Emile cree que esa tradición se mantendrá.
“Y a ti, Emile, ¿a quién te gustaría ver desmontándose de un Aston Martin luciendo un esmoquin y ordenando en el casino un vodka martini?
“No lo sé. Solo sé que…” Emile pausó por unos segundos. “Cuando fui al cine a ver por primera vez No Time to Die, me quedé hasta el final de los créditos para ver el famoso ‘James Bond will return…’
Sí. James Bond regresará. Este año conoceremos quién será el hombre que intentará llenar el esmoquin y los grandes y lustrosos zapatos de Daniel Craig. Sin importar quién sea, tendrá que dar lo mejor de lo mejor de sí para evitar perderse dentro de una sombra muy larga y ancha: la del rubio que para muchos no podía y que, casi veinte años después, abandonó el set envuelto en un aplauso universal.
Farewell, Mr. Bond.
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