Honrando la bachata como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Hace un año, el 11 de diciembre de 2019, otro aspecto indiscutiblemente dominicano pasó a formar parte de la historia de la humanidad cuando la bachata fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Así que sí, estamos celebrando el primer año de aquel suceso que solo re-confirmó a nivel internacional, un aporte más al mundo, hecho por Quisqueya, la Bella.

Tal como detalla la publicación, “para el pueblo dominicano, la música y el baile de la bachata son expresiones culturales nativas siempre presentes en las celebraciones de las comunidades o en reuniones sociales”.

Si bien el ingreso en esta lista le da un sello distintivo a este género musical, la declaratoria es solo la parte más visible del proceso, cuyo objetivo final es la protección de la diversidad cultural frente a la creciente globalización.

Esto último se torna más relevante si tomamos en cuenta que esta melodía esta relacionada al ambiente nativo dominicano y si vemos que, como quisqueyanos, estamos distribuidos tanto a lo largo de la geografía nacional, como en varios centros urbanos de países extranjeros donde la diáspora es significativamente numerosa, tales como en Nueva York, Nueva Jersey, Florida o San Juan de Puerto Rico en los Estados Unidos de América, o ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia en España e incluso en Roma y Milán en ltalia y París y Marsella en Francia, entre otros. 

La influencia y alcance de la bachata se extiende a todos los países donde se encuentre presente un dominicano. Como tal, la melodía oriunda de República Dominicana es una expresión musical bailable, nacida de la fusión del ritmo del bolero con el de otros géneros musicales afroantillanos como el son cubano, el chachachá y el merengue, otros ritmos que pertenecen a la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Si bien muchos historiadores coinciden en que el origen de la “Música del Amargue” o “Música de Guardia”  se sitúa a comienzos de 1920, ritmos que distan en gran medida de la bachata actual, no siempre fue vista con buenos ojos. 

Este genero que hoy tiene sus propios renglones en prestigiosas premiaciones como los Latin Grammy, y ha llevado a artistas como Romeo Santos (El Rey de la Bachata) a romper récords de recaudación al llenar, en conciertos, lugares como el Metlife Stadium, en el pasado su lírica no solo solía evocar estados de ánimo de profunda melancolía, tristeza o desolación, también era consideraba una expresión típica de las áreas rurales y los estratos menos favorecidos, a menudo asociada directamente con barrios marginados, burdeles y pobreza. 

A diferencia de 1930, cuando empezaba a transcender de los sectores marginales a sitios públicos representativos, como en el caso del Callejón de la Alegría, en el que ya se reconocían como bachateros a artistas tales como Ramón Wagner (Mon La Bruja), y al Conjunto de la Mulatería, donde tocaban Jim Sánchez y Morito Sánchez, entre otros, hoy, por regla general, las letras de la bachata expresan sentimientos profundos y viscerales de amor, pasión y nostalgia.

Así como icónicas BoyBand, muy al estilo 4:40 (al inicio), Backstreet Boys o Menudo si nos vamos al pasado o Reik, CNCO, One Direction o la misma Aventura si no miramos muy lejos, las primeras bachatas, para ser interpretadas, necesitan tradicionalmente un pequeño grupo de músicos con una o dos guitarras, un contrabajo y un conjunto de instrumentos de percusión. Hoy ya no es así.

Ya en 1955, Ramón Emilio Jiménez hacía la primera distinción específica de la consistencia del género como tal y con la llegada de la década de los sesenta la bachata migra de un entorno rural a uno urbano, y fue reconocida como un género musical de características bien definidas, de origen dominicano e influenciado claramente por el bolero. 

Para finales de las décadas de los setenta y los ochenta había tenido su puntos de inflexión  tanto por la popularidad y aceptación que alcanzaron éxitos como Chiquitita de Leonardo Paniagua o Pena Por Tí de Luis Segura, así como la aparición de una nueva generación de artistas. 

Entre los artistas más representativos de esa época podemos mencionar a: 

  • Blas Durán
  • Marino Pérez
  • Juan Luis Guerra
  • Víctor Víctor
  • Luis Días
  • Sonia Silvestre

La bachata no solo es un ritmo representativo de la República Dominicana, es un elemento que permite que los diferentes estratos sociales aprecien la realidad cultural que los rodea, y ofrece un retrato preciso del tiempo y la sociedad que la produjo. Solo bastaría comparar una generación de compositores y otra.

Si bien a la primera generación de bachateros pertenecen artistas de la talla de Rafael Encarnación, José Manuel Calderón y Luis Segura, considerados como los más representativos de su época, y algunos críticos aseguran que son los padres de la bachata, en la actualidad, sigue siendo un género que no pierde su ritmo con exponentes que con cada producción, lo impulsan e internacionalizan aún más, como son Juan Luis Guerra, Romeo Santos, Prince Royce, Aventura, Frank Reyes y Andy Andy, entre otros.

En conclusión, cuando hablamos de la bachata, hablamos de un componente incuestionable de la identidad del pueblo dominicano. Hoy solo celebramos un primer año que reafirma una historia que en 2020, llega a un siglo poniendo ritmo a un pueblo lleno de color y alegría. 

¡Qué viva la bachata!

Datos históricos: Inventario Nacional Patrimonio Cultural Inmaterial, La música y la danza de la bachata dominicana

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